Te damos la bienvenida al blog de Xarxa Cuide.
Aquí podrás encontrar artículos y opiniones relacionados con el mundo de la dependencia.
Si lo deseas, pues escribirnos un texto a info@xarxacuide.com y nosotros lo revisaremos, daremos la conformidad y lo publicaremos.
Uno de estos sectores lo forman las mujeres que se dedican a la atención de personas dependientes. La dedicación prolongada y en exclusiva al cuidado favorece la cronificación de la soledad. Y la cronificación de la soledad favorece la morbilidad y la disminución de la esperanza de vida.
Entendamos la soledad como aquella experiencia en la que la persona tiene menos relaciones sociales de las que le gustaría tener. Y entendamos también que dicha soledad se experimenta como la carencia de vínculos interpersonales que dotan de sentido a la vida y nos alejan del sentimiento de formar parte activa de una sociedad.
Es conocido el llamado síndrome del nido vacío, el abandono de los hijos e hijas del hogar familiar; o la pérdida de seres queridos por fallecimiento, o las separaciones de pareja como causas más comunes que precipitan la soledad en la vida de las personas. Pero también hay transiciones vitales que entrañan la pérdida de un determinado rol social, como la jubilación, que favorecen la soledad no deseada.
No es de extrañar que las personas de edad avanzada, así como los desempleados y las personas a quienes sobreviene una enfermedad grave o discapacidad, sean algunas de las más aquejadas por la soledad. No debe sorprender el hecho de que muchos ancianos y ancianas hayan acudido a ellas por su propio pie y con el deseo de “no ser una carga para su familia”. La falta de oportunidades de participación social termina por minar las expectativas vitales de las personas y su propia autoestima convenciéndoles de que no tienen nada que ofrecer a los demás. Sería una especie de soledad de retiro.
Está ampliamente comprobado el impacto negativo de la soledad no deseada sobre la salud física, psíquica y, en general, sobre la calidad de vida de las personas que la padecen. Es menos conocido que la dedicación exclusiva o preferente al cuidado produce soledad debido a la cantidad de horas que exige el mundo de los cuidados y la dificultad de encontrar un espacio de descanso y desconexión para las personas cuidadoras. Un respiro familiar que, además de ayudarles a desconectar de la persona con necesidades de apoyo, sirva también para mitigar la soledad.
Más aún, la soledad incide negativamente en la calidad de vida a través de varias conductas de riesgo como el sedentarismo, tabaquismo, consumo de alcohol y/o una alimentación inadecuada.
Así, la soledad no deseada se está convirtiendo en una de las mayores amenazas para los sistemas de salud pública, superando incluso el riesgo de otras problemáticas como la obesidad.
Desde Xarxa Cuide, lanzamos los programas de acompañamiento Vincula-T donde personas que ya tienen experiencia en un determinado diagnóstico acompañan a familias que acaban de recibir un diagnóstico similar y se encuentran sin saber qué hacer o a dónde acudir. Situación que puede desencadenar una soledad no deseada. Así mismo, también hemos creado los GAM, Grupos de Apoyo Mutuo, donde personas cuidadoras pueden hablar con otras personas en su misma situación y compartir sus dudas, sentimientos o pensamientos, rebajando así su sensación de soledad. Estos grupos de apoyo, que son gratuitos, están también disponibles para personas con necesidades de apoyo.
Si te animas a venir y probar, siempre habrá una silla libre para ti.
Hace tiempo me apunté a jugar al ajedrez. O más bien a intentar jugar bien. Mientras jugábamos, el profesor, un maestro reconocido con lesión medular y parálisis cerebral, observaba paciente cada uno de mis movimientos y luego me decía qué pieza de las suyas debía mover ya que él carecía de movilidad en sus brazos. Me daba premisas sencillas como la importancia de dominar el centro del tablero o la importancia de que cada pieza estuviera, al menos, protegida por otra pieza. Mientras jugábamos, solía formarse un corro de espectadores alrededor de la mesa para observar la partida.
En cuatro años, jugamos más de cien partidas y solamente conseguí ganarle dos veces. Pero ganar o perder era lo de menos. Lo importante era la sensación de que yo aprendía en cada partida. Aquel hombre iba haciendo que yo fuese mejor; algo que le agradeceré siempre. La gente me preguntaba por qué dedicaba tiempo a un juego en el que siempre perdía; En jugar partidas que lejos de ser pesimista, yo ya sabía que iba a perder. Pero ahí estaba la esencia: el aprendizaje y el no dejarse vencer.
Esta historia no sería posible si las dos personas que la protagonizan no hubiesen seguido sus roles; ambos igual de importantes.
Uno, el que no busca la victoria fácil. El que se esfuerza en ganar, en mejorar, en ser constante y puntual con el compromiso de la partida de los jueves. El que sabiendo que va a perder, presenta batalla igualmente con la mente abierta en el aprendizaje. El que sabe dejar a un lado el ego que se cuestiona el sentido de la lucha y el valor de la derrota. El que aprende porque es capaz de escuchar. El que reconoce sus errores. El que no cae en la autosatisfacción de dedicarse únicamente a aquellas batallas que sabe que va a ganar. El que no le importa volver a empezar una y otra vez.
El otro, el maestro paciente dispuesto a enseñar lo que sabe. El que guía. El que educa y siempre está dispuesto a volver a empezar. El que anima al aprendiz. El que no tiene miedo de enseñar todo su conocimiento porque sabe que no lo va a perder. El que sabe que, enseñando, también aprende. El que acompaña. El que sugiere. El que deja que te equivoques. El que mira con ojos de Amor y comprensión.
Debemos de hacernos conscientes de cuándo desempeñamos en la vida diaria el rol del maestro y cuándo el del aprendiz. Es necesario estar abiertos a la circunstancia de que a veces, por nuestra discapacidad, la vida nos invita a tomar el camino fácil. Pero hemos de estar observantes porque ese camino nos robará la oportunidad de seguir avanzando; de seguir aprendiendo. Que decir “no sé” o “no puedo” no nos descalifica. Y que decir “me enseñas” o “me ayudas” nos abre puertas y experiencias. Que el “bastante tengo ya con lo mío…” nos aleja de nuevas experiencias y nos priva de una vida más plena.
Debemos mantener esa cultura del esfuerzo; del no dejarse vencer por la discapacidad y sus circunstancias. Que somos mucho más. Que la discapacidad es solamente un matiz en el cuadro; pero que no condiciona el cuadro. Porque eso nos hará mejores personas. Y cuando estemos interactuando con otras personas, en una cita, en una entrevista de trabajo, o haciendo los deberes con nuestros hijos, ellos encontrarán en nosotros a la mejor versión de nosotros mismos.
Debemos ser capaces de reconocer, cuando nuestra discapacidad nos lo impone, que quizá en la escala del cero al diez no vayamos a pasar nunca del ocho. O que incluso hoy alcancemos el ocho y mañana no lleguemos a siete. Pero que nunca debemos dejar de seguir luchando por el diez.
30 de Marzo de 2024
13 de Marzo de 2024
Cuando parece que llevamos una existencia más o menos tranquila, sin grandes altibajos, inmersos en nuestro proyecto de vida, con nuestro trabajo, nuestro plan de futuro, nuestra familia, nuestros amigos… de repente, sin pedirnos permiso, la vida, que es así de insolente e imprevisible, nos descoloca con un diagnóstico que implica, en última instancia, una muerte con fecha de llegada.
De repente, nos encontramos con el billete en la puerta de embarque. Con la notificación de fin de contrato de alquiler del cuerpo que estamos habitando. El aviso irrevocable de desahucio por parte de nuestro vital casero. Y comenzamos a escuchar de parte de los demás, aquello de qué mala suerte o qué injusta es la vida con nosotros.
Pero, ¿Acaso las personas que valoran tu diagnóstico o tu suerte como mala… No van a morir nunca? ¿Se van a librar de su fin de contrato de alquiler porque están sanos? ¿Acaso la muerte sólo alcanza a los enfermos?
Recibir un diagnóstico demoledor puede ser duro y puede suscitar injusticia divina. Pero también es un hecho positivo capaz de traernos a la realidad indiscutible de que toda existencia es finita e impermanente y que debemos aprovechar cada día.
Un diagnóstico demoledor nos puede dar la oportunidad de hacernos conscientes del hecho de que toda vida termina y que tenemos el derecho y la obligación de disfrutarla. Nos da la oportunidad de valorar lo que hemos hecho con nuestra vida y lo que queremos hacer con lo que resta de ella sin importar cuándo finalizará. Nos da la oportunidad de valorar a las personas que forman parte de ella, y nos da la oportunidad de elegir cómo y con quién pasar el tiempo que nos queda. Nos da la oportunidad de hablar, de despedirse, de arreglar viejas riñas, de decir te quiero y lo siento. Nos da la oportunidad de acompañar a los demás en nuestra propia despedida y dejarnos acompañar por ellos. Oportunidades que aquellos que viven pensando que “la muerte no va con ellos”, no tienen.
Existe una ventaja en aquellas personas que han recibido un diagnóstico demoledor. Y es el hecho de que se hacen conscientes del hecho de que un día morirán. Y lo harán igual que todas y cada una de las personas con las que hablen cada día. Solo que dichas personas no sabrán que ellas también van a morir. Unas sabrán y podrán preparar su partida mientras que otras se marcharán igualmente pero sin haber tenido la oportunidad de despedirse, de disfrutar, de establecer preferencias, porque pensaban que ellos estaban sanos y que la gente sana nunca muere.
Saber que vas a morir es una suerte. Porque te permite prepararte para ese momento. A fin de cuentas, el final de la vida nos llega a todas las personas estemos preparadas o no. No se trata de no morir. Se trata de morir bien.
24 de Febrero de 2024
13 de Febrero de 2024
27 de enero de 2024
12 de enero de 2024
Quizá no fuimos conscientes. Pero el pasado día 1 de enero coincidió que fue el primer día de la semana, del primer mes del año. Fue un “1” en toda su magnitud que nos invita a reflexionar sobre nuestros propósitos y sobre la realidad de la que partimos en busca de dichos propósitos.
Tenemos por delante un camino lleno de experiencias que nos acercarán o nos alejarán de la meta que nos hemos marcado según seamos conscientes de las decisiones que tomemos. Nuestra primera tarea es definir y tener claro cuál es el propósito que queremos realizar. Ir al gimnasio, estudiar un idioma, dejar un vicio, aprender a cocinar, viajar… Y después, es tener claro cuál es la realidad de la que partimos. Debemos ser conscientes de las limitaciones que tenemos; pero que ellas no sean las que tomen las decisiones por nosotros. No permitamos que la discapacidad se sitúe en el centro de nuestra vida haciendo que todos los demás aspectos de nuestra vida giren en torno a ella. Somos mucho más que la discapacidad que tenemos.
Es tiempo de hacer inventario de las personas, los objetos y los pensamientos que nos acompañan y que suman en nuestro camino; y es tiempo también de hacer inventario de las personas, objetos y pensamientos que nos lastran o nos alejan de nuestro objetivo.
Es posible que la discapacidad juegue un papel importante en el día a día y que ello dificulte alcanzar nuestros propósitos. Pero lo importante, lo valioso, lo que da sentido a la vida, no es conseguir el propósito en sí; sino no dejar de intentarlo. Si mantenemos el espíritu de búsqueda, de lucha, de constancia, nos convertimos en mejores personas. Una mejoría que servirá de apoyo a los demás y a nosotros mismos.
Debemos tener presente que formamos parte de la vida de otras personas. Y que es muy posible que necesiten nuestra ayuda para poder alcanzar o acercarse a sus propósitos. Mantengamos pues una actitud de escucha y observación hacia las personas que apreciamos, por si podemos acompañarles en su camino.
Permitámonos unos minutos al día para hacernos conscientes de cómo ha ido el día y si lo que hemos hecho o dicho ha ayudado en el camino de los demás o en el nuestro propio a acercarnos a esa meta.
Te invitamos a que el contador que se puso en marcha hace dos semanas se convierta en el pistoletazo de salida hacia la consecución de tus objetivos.
En Xarxa Cuide nuestro propósito es acompañar tanto a personas cuidadoras como a personas con necesidades de apoyo a vivir con mayor plenitud su situación actual. ¿Nos acompañas en este propósito?